Mientras vas al cajero.

Alfredo iba a sacar dinero al cajero, algo impropio de él en los últimos meses. "Mierda. ¿Es que hasta un sábado por la mañana tiene que haber cola para el cajero?" decía para sí mismo. Detrás suyo había una vieja de las que menos gracia le pueden hacer. De esas que van con el visón, el pelo de casco y una voz que le hace chirriar los tímpanos. "Por Dios acaba ya. Coge el dinero corre y vete, como diría Muchachito en su canción", decía el pensamiento de Alfredo al de delante suyo. Mientras la vieja seguía a lo suyo con el móvil, despotricando de la juventud y sus pocos principios con su voz chirriante.

Por fin el que estaba sacando el dinero se va y deja el cajero libre para él. Mete la tarjeta y pone el código, acepta, acepta y a esperar a que salga el dinero. "No podía ser tan difícil, señor de delante". Entonces es cuando Alfredo percibe algo detrás suyo. Se gira y ve como va andando una pareja, calle arriba. Asiáticos, probablemente japoneses por la cara tan pálida que tenían.

De pronto la vieja le increpa -¡Santo Dios! ¡Deja de mirarle el culo a esa y llévate ya tu dinero, golfo!-. Alfredo traga saliva para expulsar el chirrío de sus oídos y, muy educadamente, le responde "Señora, no era el trasero lo que miraba, sino las manos entrelazadas de la pareja". -Por el gesto en que me lo has dicho no tengo otra opción que creerte, chico. Dime, ¿Cómo se llama?- le respondió la señora de la voz chirriante. "Eleanor" Contestó Alfredo. -Ahora debes de tener paciencia- Le dijo comprensivamente la señora.

"Gracias señora, pero paciencia es algo que, por suerte o por desgracia, me sobra. Lo que necesito es una sobredosis de esperanza.", le respondió. Entonces Alfredo cogió el impreso del cajero y se fue.

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